Ramifican profusamente. Sus hojas, que miden entre 4 y 8 centímetros de largo, son lanceoladas, de color verde oscuro por el frente y más claras en la cara posterior; se distribuyen de manera alterna en las ramillas y su aspecto es coriáceo.
Poseen flores axilares, solitarias o arracimadas hasta de a cuatro; cuentan con cinco pétalos blancos y son hermafroditas, de ellas emana un suave perfume. Con su fruto, o hesperidio, oval y comestible, que mide entre 2 y 4 centímetros de longitud y tiene una piel fina y aromática de color anaranjado que puede digerirse sin problema (a diferencia de los otros citrus), se prepara una bebida conocida como “hesperidina”.
Su pulpa es ácida y está dividida en gajos (al igual que la naranja, el limón y otros cítricos); presenta de dos a cuatro semillas y madura entre otoño e invierno, según la variedad. Es raro que se reproduzcan por semilla pues les lleva demasiado tiempo desarrollarse y son débiles; por ello se procede a injertarlos sobre pies de naranja o de pomelo.
Se adapta a todo tipo de suelos (aunque prefiere los sueltos, ricos y con buen drenaje). Necesita bastante humedad y abundante sol. Antes de la floración conviene abonarlos, añadiendo a la tierra humus de lombriz o estiércol.
Hay especies que toleran el frío extremo, se colocan en estado de hibernación y no salen de su letargo hasta que pasó el peligro de las heladas, recién entonces florecen.
Se los usa como ornamento en los jardines y también se adaptan a ser bonsái (trasplantando cada dos años para efectuar el recorte de raíces y la poda de forma).
Ingerir los frutos frescos aporta a nuestra dieta carbohidratos, antioxidantes, vitamina C, calcio, fósforo, hierro, potasio, sodio y proteínas. Con ellos se prepara mermelada, salsa para acompañar las comidas y hasta licor. De las hojas y brotes nuevos se extrae un aceite esencial empleado en la industria de la Perfumería.