Por sus bellas flores se lo utiliza como ornamento en los jardines pero se le atribuyen también numerosas cualidades terapéuticas, tales como ser antiinflamatorio y calmante para la tos entre otras; se dice que cura la ictericia, bebiéndolo como té de hojas o mediante baños de inmersión utilizando su corteza.
Necesita ubicaciones con abundante sol y es tolerante frente a las sequías.
La corteza es gruesa y grisácea. Su grueso tronco alcanza los setenta centímetros de diámetro. La savia que contiene es de color naranja y mancha de manera indeleble. Sus hojas simples, palmeadas, provistas de largos pecíolos rojizos, se ubican de manera alterna en las ramas; tienen ápices acuminados y bordes ligeramente dentados.
Da grandes flores hermafroditas (su diámetro va desde los siete a los diez centímetros) amarillas, muy vistosas; aparecen una vez que el follaje ha caído, durante la temporada seca; presentan cuatro o cinco sépalos verdes que rodean a cuatro o cinco pétalos amarillos redondeados y numerosos estambres rojizos; las abejas las visitan asiduamente, por lo que es bueno cultivarlo cerca de zonas de producción melífera.
Los frutos son cápsulas dehiscentes alargadas; color verde cuando jóvenes y pardos al madurar, miden hasta diez centímetros de largo y guardan en su interior pequeñas semillas reniformes envueltas en una maraña de pelos blanquecinos con aspecto algodonoso, que se emplean como relleno para almohadas. La dispersión es anemófila. La simiente conserva su viabilidad unos nueve años y casi el 100% germina. También se lo reproduce mediante esquejes y estacas que enraízan fácilmente.