Sus hojas son largas, planas y lanceoladas; sobrepasan el medio metro de largo y varían el ancho entre 2 y 5 centímetros según la especie. Nacen del rizoma formando una roseta, tienen el frente de color verde oscuro y son más claras en la cara posterior.
El escapo floral brota también del tallo subterráneo; luego de florecer continúa creciendo y, debido a su propio peso, se inclina haciendo contacto con la tierra en la que echará raíces, desplazándose de esa manera por sobre el terreno, buscando alejarse de la planta madre (debido a esa característica en muchos lugares se los conoce como “Iris caminantes”).
Las flores son suavemente perfumadas pero efímeras, actinomorfas, de color blanco crema o amarillo muy claro, con el limbo de los tépalos bordeado o moteado de morado o azul, o también de modo inverso. Los frutos son cápsulas de entre dos y tres centímetros; en su interior hay semillas rojas, de aspecto globoso, que se oscurecen con el paso del tiempo.
La tierra donde se planten debe ser aireada (mezclada con turba y arena) y con buen drenaje, para prevenir los estancamientos de agua que pudren los rizomas. En maceta también prosperan. Para mantener alejadas a las plagas basta con un buen insecticida para la parte aérea, y un fungicida sistémico para las raíces. En su hábitat natural forman parte del ecosistema denominado “bosque tropical húmedo”.