Se las cultiva como ornamentales.
De su bulbo subterráneo surgen las hojas basales y el escapo floral. Las hojas son grandes, planas y acuminadas, generalmente sin pecíolo; en algunas variedades son persistentes y en otras estacionales (no sobreviven a la estación seca), se dan siempre en número par. Sus flores blancas, actinomorfas y perfumadas, tienen una membrana (llamada corona estaminal o paraperigonio) que une la base de los estambres; el perigonio está formado por 6 tépalos unidos en forma de tubo; el polen puede ser amarillo o anaranjado.
Los frutos son cápsulas triloculares que contienen hasta 10 semillas por lóculo, generalmente éstas no prosperan al ser sembradas, o son estériles; por ello es que la propagación se lleva a cabo mediante división de los bulbos.
Si los bulbos son ingeridos pueden presentarse vómitos y/o diarrea ya que contienen licorina y algunos otros alcaloides.
Según las distintas características las especies fueron agrupadas como sigue: H. Speciosa, con hojas pecioladas, originaria de Brasil, el Caribe y México; H. Mexicana, con hojas sésiles y caducas, nativa de México; H. Caribaea, con hojas lanceoladas, oriunda del Caribe, Centroamérica y la Península de La Florida; H. Littoralis, con hojas perennes y algo lanceoladas, procedente de México y Guatemala; H. Caroliniana, de follaje caducifolio y escasas semillas por lóculo, del Sur de Estados Unidos; y la H. Henryae, de hojas caducas y muchas semillas por lóculo, originaria de la Isla de Cuba.
Las más vistas en los jardines son la Hymenocallis x festalis que es un híbrido, la Hymenocallis latifolia y la Hymenocallis littoralis, pero son sólo aptas para el cultivo en zonas donde no hay heladas. Prefieren suelos con bastante humus, abono orgánico y un buen drenaje. El riego no debe faltarles nunca.