Su uso es casi exclusivamente textil, ya que sus fibras son comercializadas con ese propósito, se las conoce como “Cáñamo de Manila” (debido a que Filipinas es el principal productor a nivel mundial) y se las valora mucho debido a su larga duración y excelente resistencia; están compuestas por lignina (15%), celulosa y pectina; se las recolecta a partir del segundo año de la planta y llegan a medir unos tres metros, que es aproximadamente el largo del tallo.
Se las emplea tanto como para producir papel fino (saquitos de té y filtros para café) como para trenzar gruesas cuerdas (que resisten muy bien la tensión y la exposición diaria a los elementos naturales y a la salinidad, por lo que se las utiliza en cordelería marítima).
El proceso ulterior a la cosecha de los tallos y las grandes hojas es dejarlos en el campo, al rocío, más o menos unos treinta días; o bien se los sumerge en agua hasta que los tejidos blandos se disuelven; luego se secan y se los pasa entre dos cilindros que los aplanan; tras esto se lleva a cabo el apaleo o batido mediante el cual las partes no fibrosas se desprenden; para finalizar se clasifican las fibras obtenidas, se las limpia y se las peina.
Se la propaga mediante patrones; necesita suelos ligeros, de preferencia arcillosos y con agregado de abundante materia orgánica; entre dos y cuatro de sus tallos pueden ser cosechados unas tres veces al año; su vida útil dura una década. Con la pulpa se realizan los conocidos sobres de “papel Manila” usados en todo el planeta para enviar correspondencia.