La Echeveria

Conocemos como Echeveria a un grupo de más de trescientas especies de plantas suculentas pertenecientes a la gran familia Crassulaceae. Son originarias de México y las costas del golfo que lleva su nombre. Se las emplea como ornamento en los jardines. Se lucen mucho en las rocallas. También se pueden cultivar en maceta. 

Rara vez pasan de los cuarenta centímetros de alto. Resisten bien la sequía pero su desarrollo es mayor si se las riega con frecuencia, moderadamente en verano y cada tanto en invierno; evitando mojar las hojas; sin vaporizar y sin anegar, y menos estando en maceta pues pueden pudrirse las raíces.

Los fertilizantes se emplean en primavera y verano; una vez al mes puede añadírseles un abono para cactáceas pero en la mitad de la dosis indicada para aquellas. Prefieren ubicaciones con semisombra y toleran las heladas suaves. 

Se reproducen fácilmente mediante esquejes de hoja porque echan raíces rápido cuando comienza el verano; o por semillas, ubicándolos tanto a unos y como a las otras en una mezcla preparada de tierra común enriquecida con restos orgánicos, tierra arcillosa y arena en igual proporción. En invierno pierden las hojas, que son gruesas y carnosas, pero mantienen su forma característica de roseta porque van naciendo nuevas. 

Una de las más vistas es la Echeveria elegans que recibe el nombre popular de Rosa de alabastro. Las flores pequeñas, con cinco pétalos carenados, aparecen durante la primavera en el extremo de una larga vara que nace lateralmente, reunidas en inflorescencias de tipo racimo; comúnmente son rosadas, pero las hay también rojas y de color anaranjado. 

Tienen la particularidad de no poder autofecundarse, ni tampoco lo hacen con otras de la misma variedad ni con las de ejemplares creados a partir de la planta madre mediante esquejes o acodos; siempre dependen de que haya otros ejemplares diversificados cerca. Cuando las flores se marchitan es conveniente quitarlas para dar paso a nuevas floraciones más vigorosas. 

Su mayor problema son los hongos y esto se controla dosificando el agua de riego; también la dañan las cochinillas, contra ellas usaremos un algodón embebido en agua jabonosa procediendo a limpiar las hojas. A los caracoles y babosas los mantendremos alejados con sal gruesa.