El nombre común se debe a que sus frutos al abrirse tienen semejanza con las medusas marinas. Se lo consideró extinto mucho tiempo, hasta que en la década de 1970 se descubrieron varios de ellos. Su escasa expansión se debe a que a las semillas les demanda demasiado esfuerzo el germinar y el medio ambiente no los ayuda; esto es debido al cambio climático porque necesitarían más humedad, el árbol se adapta bien a la sequía, pero su simiente parece no lograrlo. Otras especies ganan terreno en su entorno y las vemos pelear una dura batalla para continuar con vida.
Llegan a medir diez metros de alto y su copa es redondeada. La corteza es oscura y muestra fisuras que le son distintivas. Tiene hojas grandes y enteras, simples y pecioladas, de color verde, que se ubican de manera opuesta en las ramas (de allí deriva su nombre científico). Muestran un aspecto coriáceo y brillante y el borde es apenas crenado; con el paso del tiempo se vuelven rojas.
Da flores pequeñas de color blanco o rosado, con el cáliz gamosépalo y una corola de cinco pétalos; el gineceo cuenta con entre diecisiete y veinticinco carpelos con dos óvulos por celda; los numerosos estambres terminan en anteras basifijas con hendiduras longitudinales; las hay masculinas y hermafroditas, todas reunidas en inflorescencias pendulares de tipo panícula cimosa.
Los frutos son cápsulas dehiscentes, redondeadas y de color verdoso, que cambian a marrón-rojizo al madurar. Cuando se secan se abren como sombrillas y las semillas son dispersadas por el viento. En algunos jardines botánicos se los cultiva con éxito, proporcionándoles más humedad que la que tienen en su hábitat natural. Tres de las poblaciones actuales están bajo la jurisdicción de un Parque Nacional, en la Isla de Mahe, allí se espera que estén a salvo mientras se estudia cómo salvarlos.