Da abundantes y sabrosos frutos de gusto similar a los del verdadero Tamarindo, pero el real es una especie muy diferente cuyo nombre científico es Tamarindus indica. La corteza es de color verde-grisáceo o pardo, tiene un grosor de un centímetro y se desprende en láminas irregulares.
Es originario de las regiones costeras, tropicales y húmedas de América (se lo encuentra no más allá de los 500 metros sobre el nivel del mar).
Le agradan las temperaturas de alrededor de 25º centígrados y precisa precipitaciones de entre 2500 y 3500 milímetros anuales. Prefiere suelos de consistencia arcillosa pero con buen drenaje.
No produce una madera muy fina, pero se la emplea en durmientes para las vías del ferrocarril, para la confección de postes, ejes y marcos para puertas y ventanas; se la deja secar al aire libre y en un mes está lista para ser utilizada, resiste muy bien el ataque de hongos y termitas.
Posee hojas compuestas por entre cinco y siete folíolos (imparipinnadas) de forma ovalada y acuminadas; con la base ligeramente redondeada; se disponen de manera espiralada en las ramas ascendentes. La copa adquiere forma redondeada.
Las diminutas flores hermafroditas, que miden entre cinco y seis milímetros, son perfumadas y de color verde o amarillo muy pálido; aparecen reunidas en inflorescencias terminales de tipo panícula que junto con el pedúnculo floral llegan a medir unos quince centímetros de largo.
Los frutos comestibles son vainas globulares indehiscentes y pubescentes, de hasta tres centímetros de diámetro. Contienen una o dos semillas. La pulpa es esponjosa y de sabor agridulce.
Las semillas, planas y reniformes, pueden almacenarse ocho meses y se mantienen viables aún, germinan sin mayores inconvenientes por lo que no requieren de tratamientos previos. Sirve como cortador de vientos en los cultivos y su hojarasca es muy útil como abono verde.