La Chía

Se conoce como Chia, o Salvia hispanica, a una planta herbácea anual miembro de la familia Lamiaceae. Es originaria de América, donde ya era un alimento tradicional desde antes de la llegada de los europeos. Suele medir dos metros de alto. Se desarrolla mejor en climas tropicales y subtropicales y a alturas elevadas. Hoy en día su cultivo se ha extendido a otras zonas pero no alcanza a tener óptimos resultados en cuanto a la calidad de las semillas y el contenido de antioxidantes naturales, ambas cosas que hicieron que alcance tanta popularidad. 

Precisa mucho sol pues a la sombra no fructifica; resiste cortos períodos de sequía pero no heladas, las cuales queman el follaje y terminan matándola. Sus grandes hojas verdes miden unos 8 centímetros de largo por 5 de ancho; se distribuyen de manera opuesta. Da flores hermafroditas de color entre violeta y celeste (hay también blancas, pero fueron conseguidas a través de mutación genética inducida por radiación). Aparecen en el verano reunidas en inflorescencias terminales, luego llegan los frutos que son aquenios indehiscentes. 

Las semillas tienen una superficie brillante y moteada; son ricas en fécula, ácidos grasos, proteínas, vitaminas, minerales, fibra y aceite; no contienen gluten, por ello pueden consumirlas las personas celíacas. Su tamaño varía pero rara vez exceden el medio centímetro. Se las puede consumir solas o incluidas en las comidas; se preparan con ellas bebidas, productos cosméticos y hasta medicinales. Son una excelente fuente de energía, regulan la presión, la cantidad de azúcar en la sangre y el colesterol, ayudan en el proceso de la digestión y aseguran el buen funcionamiento de los intestinos. Se las recomienda para mantener en buen estado los sistemas: Cardiovascular, nervioso e inmunológico. 

Su uso no presenta contraindicaciones, lo más común es colocar tres cucharadas de ellas en agua dejándolas reposar no más de media hora hasta que tomen consistencia gelatinosa. Este preparado, inodoro e insípido, puede consumirse directamente o añadirlo a lo que acostumbramos tomar o comer. Moliendo las semillas secas, o tostadas, se obtiene una harina con la que se preparan desde pan hasta productos de repostería y que, al igual que gelatinizadas, puede ser incorporada a los alimentos; con sólo 25 gramos al día se dice que nuestra dieta mejora notablemente. Si se prepara la tradicional “Agua fresca”, con jugo de limón, hay que removerla antes de consumir para evitar que decante. 

El aceite es muy costoso de obtener y por ello su utilización no es masiva; para que conserve todas las propiedades las semillas deben ser prensadas en frío y no tener ningún refinado posterior. Unido al aceite de girasol, que es rico en Omega-6, se logra la proporción de ácidos grasos esenciales ideal para mantener la salud.