Florece durante la primavera y continúa hasta mediados del verano; con sus flores, que van desde el blanco o crema hasta el violeta, se pueden confeccionar hermosos ramos y arreglos decorativos. Su follaje es verde grisáceo.
Las variedades más conocidas son: Dimorphotheca calendulacea, Dimorphotheca dentata, Dimorphotheca integrifolia y Dimorphotheca aurantiaca. Entre ellas hay algunas con pétalos que varían su ancho a todo lo largo lo que les confiere apariencia de estrella. La gran mayoría se cierra durante la noche.
Se reproduce mediante semillas que germinan en una semana. Necesita sol pleno y suelos ligeros, arenosos y con buen drenaje; puede tolerar una ligera alcalinidad en la tierra. El riego es sólo para humedecer el sustrato, sin excederse. Prefiere los climas moderados; en zonas muy frías hay que brindarle refugio bajo techo; tampoco resiste el viento.
También se la puede reproducir por esquejes; esto logra un efecto de clonación, ya que se obtienen ejemplares con idénticas características a la planta madre; para realizarlo hay que cortar un tallo por debajo de un nudo de hoja, introducirlo en la tierra y regar sin exceso, no se expone al sol hasta que haya enraizado. Al mes ya podrá trasplantarse al lugar definitivo.
También es apta para cultivo en maceta.
Hay que retirar las flores que se van marchitando para favorecer la siguiente floración. Conviene efectuar una poda ligera al principiar la primavera, y añadir fertilizante al agua de riego una vez al mes. Es bastante resistente, pero cuando los pulgones la atacan habrá que emplear una solución de agua jabonosa para pulverizar toda la planta, y lavar de manera específica las hojas afectadas.
Las babosas y los caracoles comen sus brotes tiernos, debemos revisar asiduamente el revés de las hojas para controlarlos a tiempo; como esta planta no tiene problemas con la salinidad del suelo puede hacerse un cerco alrededor de ella con sal gruesa, y así evitaremos que sea devorada.