Se lo cultiva como ornamental.
Precisa suelos calcáreos y arenosos, aunque se adapta bien a los rocosos. Necesita ubicaciones con mucho sol, pero tampoco es muy exigente al respecto. Da flores amarillas (algunas moteadas de rojo), hermafroditas (con órganos reproductivos de ambos sexos), de algo más de 3 centímetros, que aparecen reunidas en inflorescencias racimosas; los sépalos verdes que las rodean están soldados entre sí. Son las abejas las que efectúan la polinización.
Se propaga de manera sencilla mediante sus semillas, éstas (parecidas a las lentejas) están contenidas en vainas de entre 5 y 8 centímetros de largo; una vez secas adquieren apariencia de papel; son tóxicas y provocan vómitos si se las ingiere.
Del ruido que producen las vainas secas al chocarse entre sí cuando hay brisa es de donde deriva su nombre común, pues se supone que al escucharlo los lobos se alejan del lugar.
Las parte más utilizada de la planta son sus hojas pinnadas, deciduas y compuestas, que contienen un aceite esencial; dentro de la medicina no convencional se emplean como laxante, cumpliendo el mismo rol que las hojas de Sen; también tienen efecto diurético.
Su crecimiento es de moderado a rápido. Puede sembrarse en interior durante el invierno y en el exterior apenas pasado el peligro de heladas. Se usa para fijar suelos en lugares donde hay mucha erosión, ya que cuenta con un sistema radicular que se extiende por un gran perímetro; tiene relación simbiótica con una bacteria que forma nódulos en las raicillas y fija el nitrógeno.
Resiste bien las plagas, pero los caracoles y babosas trepan por el tallo para comerse las hojas; también las larvas de la lepidóptera “Coleophora colutella” le provocan verdaderos estragos.