Los Ajíes picantes

Los conocidos comúnmente como Ajíes picantes, en todas sus variedades cultivadas, se denominan científicamente Capsicum frutescens y forman parte de la familia Solanaceae. Son plantas herbáceas con porte arbustivo, anuales, bienales o cortamente perennes. Son originarios de América Central pero se han ido distribuyendo por las regiones cálidas y templadas de todo el planeta. 

Rara vez sobrepasan el metro de alto. El más afamado de los cultivares es el Tabasco, con el que se produce la salsa que lleva su nombre; también son muy conocidos el llamado Chili y la Guindilla. Tienen densos follajes. Sus hojas, de color verde claro, van de ovales a lanceoladas, con márgenes enteros y nerviación muy marcada; miden entre seis y diez centímetros de largo. 

Dan flores hermafroditas blancas que nacen tanto en solitario como agrupadas de a dos o de a tres. Los frutos son bayas alargadas erectas que se vuelven rojas al madurar; se los consume frescos o luego de dejarlos secar, enteros o molidos (como condimento para distintas comidas), también se preparan en conserva. Su ingesta nos aporta abundante vitamina C. 

Poseen pequeñas semillas claras, planas y ligeramente reniformes. Se los reproduce mediante ellas, que geminan casi de inmediato colocándolas en sustratos ligeros y regándolas moderadamente. Una vez que las plántulas alcanzan unos diez o quince centímetros se las traslada al lugar definitivo, sin preferencia especial por ningún tipo de suelo mientras cuente con buen drenaje. 

Precisan ubicaciones con sol pleno y detestan el frío. Dentro del marco de la medicina no tradicional se les atribuyen propiedades tónico-digestivas, rubefacientes, diaforéticas, antirreumáticas, antisépticas y estimulantes. Pero su empleo prolongado, o en grandes cantidades, puede provocar irritación en el tracto gastro-intestinal. En uso externo se aplican mediante cataplasmas para estimular la circulación de la sangre.