Rara vez sobrepasan el metro de alto. El más afamado de los cultivares es el Tabasco, con el que se produce la salsa que lleva su nombre; también son muy conocidos el llamado Chili y la Guindilla.
Tienen densos follajes. Sus hojas, de color verde claro, van de ovales a lanceoladas, con márgenes enteros y nerviación muy marcada; miden entre seis y diez centímetros de largo.
Dan flores hermafroditas blancas que nacen tanto en solitario como agrupadas de a dos o de a tres. Los frutos son bayas alargadas erectas que se vuelven rojas al madurar; se los consume frescos o luego de dejarlos secar, enteros o molidos (como condimento para distintas comidas), también se preparan en conserva. Su ingesta nos aporta abundante vitamina C.
Poseen pequeñas semillas claras, planas y ligeramente reniformes. Se los reproduce mediante ellas, que geminan casi de inmediato colocándolas en sustratos ligeros y regándolas moderadamente. Una vez que las plántulas alcanzan unos diez o quince centímetros se las traslada al lugar definitivo, sin preferencia especial por ningún tipo de suelo mientras cuente con buen drenaje.
Precisan ubicaciones con sol pleno y detestan el frío.
Dentro del marco de la medicina no tradicional se les atribuyen propiedades tónico-digestivas, rubefacientes, diaforéticas, antirreumáticas, antisépticas y estimulantes. Pero su empleo prolongado, o en grandes cantidades, puede provocar irritación en el tracto gastro-intestinal. En uso externo se aplican mediante cataplasmas para estimular la circulación de la sangre.
