Su tronco, de casi dos metros de diámetro, es recto y de la corteza gris y rugosa que lo recubre se extraen tanino y tintura para lanas.
Por lo llamativo de su follaje, lo exuberante de su floración y el colorido de sus frutos tiene gran valor ornamental. Tiene hojas compuestas de color verde claro, imparipinnadas y de aspecto coriáceo, con estípulas en la base, que se disponen de manera opuesta en las ramas; los folíolos presentan el borde muy serrado.
Da pequeñas flores blancas hermafroditas, ricas en néctar y por ello ideales para la producción de miel. Nacen agrupadas en racimos cilíndricos (que luego cambian a rosados y más tarde a rojizos al madurar los frutos); cada una con un cáliz formado por cuatro o cinco sépalos montados uno sobre otro, tres o cinco pétalos, varios estambres blancos provistos de anteras amarillas, un ovario superior y dos estilos.
Los frutos son cápsulas biloculares que miden entre medio y un centímetro; contienen minúsculas semillas oscuras, pilosas y con forma elipsoidal; el ochenta por ciento de ellas germina, y eso favorece su propagación. Necesita suelos ácidos con bastante materia orgánica, bastante húmedos pero con buen drenaje. Resiste bien el frío y hasta ocasionales nevadas.
Dentro del marco de la medicina no tradicional se le atribuyen propiedades cicatrizantes, para lo cual se aplica la corteza machacada sobre las heridas. A pesar de cómo se lo ha explotado, debido a su excelente madera con vetas oscuras, no se halla en peligro de extinción; en algunas zonas su ausencia se nota, pero hay poblaciones de Tineos dentro de varios Parques Nacionales y gracias a esa previsión su conservación está asegurada.
