Mide de cuarenta a ochenta centímetros de alto. Para multiplicarlo conviene emplear la división de mata. Precisa climas templados, suelos ricos en nutrientes y exposición media a la luz solar, nunca directa porque se quemaría el follaje. Se lo puede cultivar tanto en exterior como en interior, y ya sea directamente en el jardín como en tiestos o macetas, si se cumplen los requisitos.
Hay que tratar de evitar las corrientes de aire y la cercanía con calefactores. Para que disponga siempre de humedad ambiente se pueden rociar las hojas (no las flores) o colocar un plato con agua y piedras debajo. Debemos regarlo al menos dos veces a la semana; en invierno entra en reposo y con sólo una vez alcanzará.
Posee grandes hojas verdes, ovales, acuminadas y con las nervaduras muy marcadas; hay hongos que atacan específicamente sus pecíolos provocando clorosis y caída de los mismos, en ese caso se aplica un buen fungicida y no se las pulveriza por un tiempo, hasta revertir la situación.
En primavera da minúsculas flores amarillas, suavemente perfumadas, que aparecen reunidas en una inflorescencia de tipo espádice (por ello las Araceae eran llamadas antes Espadicifloras) protegida por una amplia espata blanca (bráctea de consistencia herbácea) que casi la rodea por completo. Durante la floración se fertiliza cada dos semanas y si crece bien cada año se trasplanta a una maceta más espaciosa.
En ápocas secas y de mucho calor pueden atacarlo los ácaros, en ese caso habrá que preparar una solución jabonosa y pasar un algodón embebido en ella sobre las partes afectadas y también en el resto si se desea, como protección; otras visitas indeseables suelen ser la Mosca blanca, la Arañuela roja y los pulgones, comúnmente un insecticida sistémico alcanza para mantenerlos alejados.
