Las flores nacen en números impares, reunidas en inflorescencias de tipo umbela; los estambres son de color blanco, crema, rosado o rojizo. Los frutos son cápsulas con forma de cono (aunque en algunas variedades encontramos esféricos), con cinco o seis divisiones internas. Se multiplican mediante semillas. Son árboles muy resistentes que se adaptan a distintos suelos y climas.
La variedad conocida como Eucalyptus camaldulensis llega a medir 60 metros, tiene una amplia copa y un tronco muy grueso; su corteza es blanca y lisa, con tonalidades amarronadas o rojizas, se desprende sola con el correr del tiempo; las hojas son lanceoladas y su ápice se desvía hacia un lado; las flores muestran estambres blanco-amarillentos y sus frutos capsulares presentan un opérculo en punta. Se lo valora mucho por la buena madera que produce, aunque por su excesivo tamaño no se lo recomienda para ornamentar jardines.
Sí es apta para ello la variedad Eucalyptus cinerea, o Eucalipto de Jardín, que no sobrepasa los 15 metros; su corteza es fibrosa y de un tono rojizo; da hojas ovaladas, muy aromáticas, glaucas y sentadas; las flores, en grupos de tres, se reúnen conformando umbelas. El fruto es una cápsula globular. La madera rojiza que brinda es de bastante menor calidad que la de los demás eucaliptus.
Está también el Eucaliptus ficifolia, de no más de 8 metros de alto, con una copa circular y una corteza persistente, poco fibrosa y de color gris. Sus hojas pecioladas son ovales y a veces lanceoladas, lisas y con apariencia coriácea. Las flores se reúnen en inflorescencias terminales de tipo corimbo. Los frutos cuentan con valvas inclusas y sus semillas son aladas. Da madera muy buena en cuanto a dureza y resistencia.
La variedad más difundida es el Eucalytus globulus, o Eucalyptus gigantea, que sobrepasa los 60 metros, tiene una corteza blancuzca que se desprende fácilmente en los ejemplares adultos. Sus hojas lanceoladas tienen apariencia coriácea y un tono gris-azulado. Las flores axilares tienen estambres blancos muy llamativos. Los frutos acampanados están recubiertos por una fina película blanquecina. Es muy apreciado por la excelencia de su madera y por sus propiedades medicinales.
Contiene aceites esenciales que se usan tanto en confitería como en la industria farmacéutica (con ellos se preparan cremas y ungüentos anticatarrales, para conseguir la apertura de los bronquios y la desinfección de los pulmones).
Con las hojas se preparan una infusión que sirve para despejar las vías respiratorias y un jarabe para la tos (agregándole a la infusión bastante azúcar y revolviendo hasta que se disuelva a fuego lento), se dice que tomando tres cucharaditas al día se consigue una notable mejoría. Si colocamos hojas en agua hirviendo e inhalamos el vapor que escapa podemos combatir los síntomas del resfriado común ya que hace que se descongestionen las fosas nasales.