Para regarlos basta con sumergirlos apenas en un recipiente con agua por unos minutos, hasta que no se vean salir más burbujas de aire; hay controlar frecuentemente la humedad ya que al no haber un recipiente contenedor el agua se evaporará más rápido. El Kokedama luce muy bien colocado sobre un plato o sobre una piedra plana, apoyado sobre una mesa o cualquier otro mueble se convierte en un adorno más. Hay también ejemplares colgantes y se puede ambientar un espacio de la casa con ellos, como la sala o el jardín de invierno, usando distintos largos de soga para conseguir el efecto buscado.
Algo similar luce el Wabi-Kusa sólo que lo armaremos dentro de una pecera. Se trata de recrear un hábitat acuático parecido a los naturales. Colocamos poca cantidad de agua y la parte aérea de las plantas queda elevada, mientras que sus raíces se fijan en una bocha similar a la del Kokedama. Pero ya no será un árbol solo si no que utilizaremos varias clases de plantas y con distintos tonos de verde para dar un toque alegre.
Ese arte de armonizar la vida vegetal con la animal se divide en cuatro estilos bastante diferenciados: 1) El estilo holandés, que usa plantas frondosas y flores coloridas con diferentes tamaños de hojas y texturas, que cubren casi por completo el sustrato imitando un jardín en miniatura; 2) El estilo natural o japonés, que evoca paisajes imitándolos de manera casi perfecta, interpretando los conceptos del Wabi-sabi que basa su diseño en el minimalismo y lo efímero de la belleza; 3) El estilo biotópico, que reproduce un entorno acuático tratando de que todo se halle proporcionado y 4) El estilo paludarium que busca coincidencias entre el mundo subacuático y el terrestre, ideal para contener especies de animales anfibios que precisan de ambos para vivir.