Sus pequeñas flores se reúnen en inflorescencias de tipo panícula; cada espiguilla contiene dos flores, una de ellas es hermafrodita; poseen glumas cóncavas y acuminadas, al igual que las glumelas que contienen los granos. Éstos son pequeños, de forma redondeada y cáscara muy delgada y brillante; los hay blancos (P. Miliaceum álbum), amarillos (P. Miliaceum luteum), rojos (P. Miliaceum purpureum) y negros (P. Miliaceum nigrum).
Necesita climas cálidos, con temperatura de media a elevada para que su cultivo sea óptimo. Prefiere los suelos sueltos, finamente triturados (con una o dos rastrilladas de más para desterronarlos), mezclados con arena y humus. Para sembrar se deben elegir las semillas con mejor tamaño y mejor peso; la siembra puede efectuarse manualmente al voleo o en surcos mediante máquinas, llevando en este último caso unos 15 o 20 kilos de semillas por hectárea; los rastros no deben exceder los 3 o 4 centímetros de profundidad.
Su ciclo vegetativo es bastante corto, apenas tres o cuatro meses según la variedad; a la semana germina, al mes comienza a macollar y se levantan los tallos, a los dos meses florece y un mes más tarde ya están maduras las espigas. Hay dos plagas que suelen atacarlo, ellas son la “Carie” y el “Carbón”, por eso es que hay que curar las semillas antes de la siembra. De todas formas su peor enemigo son las malezas, y más durante la edad temprana, por causa de su desarrollo herbáceo.
Los pájaros también depredan los cultivos para alimentarse con los granos maduros, esto pasa si quedan mucho tiempo las espigas en la planta aguardando la maduración completa (que comienza de abajo hacia arriba); por eso es que se cortan estando aún verdes y se dejan luego secar. La trilla se realiza ajustando los cilindros y zarandas al tamaño más pequeño y después se procede al embolsado de la manera habitual.