Se propaga fácilmente mediante semillas y esquejes; no demanda mucho cuidado; precisa mucho sol y un suelo fértil, profundo y con buen drenaje; hay variedades que consiguieron adaptarse a la arena de los atolones de coral.
Sus flores son unisexuales, aunque ambos sexos están sobre el mismo individuo. Las inflorescencias masculinas, con forma de largos bastones de cinco por cuarenta y cinco centímetros, aparecen antes; son miles de pequeñísimas flores con dos anteras cada una que están pegadas a un tubo central con aspecto de esponja.
Algo similar ocurre con las femeninas, pequeñas y verdes, que tras la polinización se vuelven infrutescencias comestibles de color verde claro, o amarillo verdoso; difieren mucho en cuanto a forma, tamaño y textura de la piel; aunque mayormente son oblongas y de entre diez y veinte centímetros. Se conoce una variedad llamada “Afara” cuyos frutos son rosados o anaranjados; la pulpa es de color crema o de un amarillo muy claro; en ella están inmersas las semillas subglobosas marrones (comprimidas irregularmente) que miden entre uno y dos centímetros.
Las hojas son verdes, con nervaduras más claras; se ubican de manera alterna en las ramas; pueden ser desde simples y con bordes enteros hasta grandes y profundamente hendidas, casi lobuladas; todas poseen una superficie suave y brillante; se dice que una infusión de ellas ayuda a controlar la diabetes.
Es un árbol utilizado en la industria farmacéutica; en la maderera, ya que da una madera muy liviana; y sirve también como aditivo en la industria alimenticia; cada una de sus partes exuda un látex de aspecto lechoso.
Fructifica a partir del tercer año de vida y lo hace durante décadas. Hay cultivares en los que se recolectan entre ciento cincuenta y cuatrocientos kilos de fruta al año, ésta puede consumirse fresca o luego de cocida. Es altamente nutritiva porque contiene carbohidratos y también aporta a nuestra dieta gran parte de las vitaminas y minerales que necesitamos.