Su diámetro varía entre 7 y 12 centímetros y aunque aparenta ser una sola flor está formada por cientos de flósculos; los externos que son más grandes y forman la corola, llamados flósculos de rayo y los internos muy pequeños, flósculos de disco, que se agrupan en el centro de la misma. No son sensibles a la luz y por ello permanecen abiertas aún por la noche, esto las vuelve aptas para realizar arreglos florales y centros de mesa.
Las especies más comunes que vemos en los jardines actualmente provienen de una cruza entre la Gerbera jamesonii y otra especie sudafricana, la Gerbera viridifolia, al resultado se le dio el nombre de Gerbera hybrida. Hay cientos de cultivos y todos se presentan con distintas formas, colores y tamaños, inclusive las hay con pétalos de dos tonos. Se reproducen bien por semilla o por división de las matas, ya que son muy grandes.
Las gerberas se ubican dentro de las 5 especies más comercializadas, luego de las rosas, los claveles, los crisantemos y los tulipanes. Las hay con muchas variaciones en su aspecto, pero podemos agruparlas en 4 tipos principales:
1) Flores Solas; tienen flósculos que se no superponen (flósculos de rayo) con un centro verde (flósculos de disco). 2) Flores dobles; están formadas por una doble fila de flósculos superpuestos, con el centro verde, negro, o rojo oscuro. 3) Dobles crestadas; con dos filas de flósculos que se superponen con una o varias filas interiores de flósculos más bajos y el centro formado por los flósculos interiores en verde, negro o también rojo oscuro. 4) Dobles crestadas llenas; que tienen las filas de flósculos superpuestas hasta el interior, donde van disminuyendo el tamaño hasta cubrir el centro casi por completo.
