Tiene hojas lanceoladas, paralelinervadas y terminadas en punta, que recubren los tallos aéreos por la parte inferior. En la parte superior están las flores, sin pedicelo, reunidas en una inflorescencia de tipo espiga larga que reúne de 12 a 20 flores bisexuales que presentan muy variada coloración. Los frutos son cápsulas que contienen semillas aladas.
Se adapta a muchos suelos siempre que cuenten con un buen drenaje y abundante humus. Los cormos se plantan a unos 7 centímetros de profundidad y con 30 centímetros de separación entre ellos, en la Primavera; en verano ya estarán floreciendo; es común pulverizarlos con fungicida antes de colocarlos en la tierra.
Como abono es bueno el estiércol, pero para preparar el suelo con anterioridad, no aplicado directamente. Si los cultivamos en maceta pondremos compost y una cama de arena debajo de los bulbos. Es una planta heliófila, lo cual significa que requiere de la mayor cantidad posible de sol a lo largo del día.
Las variedades de gran tamaño necesitan tutores.
El suelo debe estar húmedo pero sin anegamientos. No debe faltarle riego durante en época de floración porque es esencial para que la misma sea abundante. Al llegar el Otoño las hojas amarillean y mueren, entonces hay que sacar los bulbos de la tierra y dejarlos secar en lugar cálido y ventilado.
Antes de almacenarlos hasta la siguiente temporada conviene rociarlos con insecticida y revisarlos bien para que no ocurra que alguno esté enfermo y contagie a los demás. Entre las muchas plagas que los afectan están los trips y los pulgones (ambos insectos chupadores), los hongos y cerca de quince virus; se los debe revisar a menudo para prevenir males mayores.

































