La Mandioca

Damos el nombre común de Mandioca, y el nombre científico de Manihot esculenta, a un arbusto perenne que puede alcanzar hasta dos metros de alto, perteneciente a la familia Euphorbiaceae, originario de las Américas Central y del Sur. Es un cultivo milenario. 

Se cultiva como anual para aprovechar sus raíces, las que contienen gran cantidad de almidón con efectos benéficos para el consumo humano, si se las deja más tiempo se endurecen demasiado y ya no sirven para tal fin. 

Es una especie rústica y no necesita de muchos cuidados. Le agradan las ubicaciones a pleno sol y con bastante humedad, aunque no resiste el encharcamiento del terreno. Al extraerlo, en la época de cosecha, se obtienen también esquejes para propagarlo, dado que mediante semillas no se consiguen los mismos resultados. Crece muy poco durante los primeros meses por lo que hay desmalezar bien a su alrededor para evitar que las malas hierbas lo agoten. 

Tiene grandes hojas verdes que cuentan con entre tres y siete lóbulos y se ubican en la parte superior de los tallos, en apariencia son similares a las del ricino. Las flores, agrupadas en racimos axilares, son pequeñas e inconspícuas, su color fluctúa de blanco-verdoso a violeta. Los frutos son cápsulas triloculares redondeadas (dehiscentes al madurar), con una semilla (oval, de color marrón claro y moteada de negro) por lóculo. 

Sus raíces tuberosas comestibles son alargadas y de forma oblonga; las recubre una piel de consistencia leñosa que hay que quitarles; la pulpa es firme y consistente y su color varía de blancuzco a amarillento. Se las puede consumir tanto hervidas como fritas (de manera similar a las patatas), o bien transformadas en “almidón de mandioca”, “tapioca”, “harina de yuca” o “casabe” para preparar tortas (o bollos como el chipá) similares al pan que se fabrica con el trigo o a las arepas de maíz y que cumplen la misma función, la de acompañar las comidas principales. 

La cocción no sólo es necesaria para ablandar sus fibras que son muy duras sino que quita además los compuestos cianogénicos que puede tener la planta, eliminando así cualquier peligro de toxicidad. Hay variedades dulces y amargas, éstas últimas son más peligrosas. Su ingesta aporta a nuestra dieta carbohidratos, azúcar, fibra, proteínas, vitaminas A, B y C, varios minerales (incluido el zinc que es tan importante para el crecimiento de los niños) y agua.