En España su cultivo se difundió a fines del siglo XVIII gracias al canónigo Francisco Tabares de Ulloa quien lo plantó por primera vez en Valencia, a Francia fue llevado por Luciano Bonaparte en el año 1802.
Posee raíces fibrosas y fusiformes, provistas de ensanchamientos o nudos, actuando en ellas activamente el “Rizobium radicícola”, microbio que aporta Nitrógeno a la tierra. Su tallo es poligonal, sencillo en la parte basal y cambia a redondeado y ramificado en su parte superior en la mayoría de las especies, pero las hay también con tallos completamente redondeados y ramificados desde abajo. La altura varía entre los 40 y los 60 centímetros.
Sus hojas son alternas, paripinadas, formadas por dos folios opuestos, compuestas de cuatro limbos pequeños ovales, enteros y obtusos, con un largo pecíolo pubescente que muestra en la base dos estípulas laterales muy agudas. Las hojas son verdes cuando jóvenes y se tornan marrón amarillento al concluir el ciclo vegetativo.
Da flores pequeñas y amarillentas que nacen de a pares en las axilas de las hojas, sostenidas por un extenso pedúnculo casi tan largo como las hojas. El cáliz es caduco y tiene cuatro divisiones. El androceo está compuesto por diez estambres, nueve soldados entre sí y uno libre. El gineceo está formado por un ovario de estilo corto. Las flores luego de polinizadas alargan su pedicelo hasta enterrarse en el suelo y allí será donde el fruto vaya creciendo y madurando.
El fruto es una cápsula de oval a oblonga, indehiscente, casi cilíndrica, con dos o tres estrangulaciones, según el número de maníes que contenga. La cáscara es coriácea, rugosa y reticulada. Las semillas o granos están recubiertas por una epidermis muy delgada, que puede ser morada, rojiza o rosada, al quitarla aparece el maní que es de color amarillento y está conformado por dos cotiledones carnosos y gruesos.
Precisa suelos de consistencia media a sueltos, permeables, pues si el agua se estanca perjudica a los frutos. Necesita fósforo para formar parte de los tejidos de la planta y calcio para la buena formación de la cáscara. Si se siembra a mano conviene hacerlo en surcos alejados unos 60 centímetros entre uno y otro; y no hay que enterrarlas a más de 8 centímetros de profundidad, con unos 25 centímetros de separación entre ellas. Su ciclo vital completo demanda de cinco, a cinco meses y medio.