El Chagual

Recibe el nombre común de Chagual y el científico de Puya chilensis, una planta perenne perteneciente a la familia Bromeliaceae originaria de las zonas áridas de Chile, donde se la encuentra entre los trescientos y los mil metros de altitud. Es de lento crecimiento y tarda años en dar la primera floración. Mide de dos a cuatro metros. 

Tiene largas hojas paralelinervadas, de alrededor de un metro de largo por unos cinco centímetros de ancho, dispuestas en forma de roseta, con espinas muy agudas en los bordes; presentan color verde oscuro en el frente y verde grisáceo por debajo. 

Florece en primavera. Sus hermosas flores amarillo-verdosas tienen forma entre tubular y acampanada; las componen tres sépalos y tres pétalos (los seis de textura cerúlea y casi indiferenciados), seis estambres con anteras verticales basifijas y polen rojizo y un estigma que sobresale entre ellos. Nacen agrupadas en inflorescencias de tipo panícula (formadas a su vez por racimos de entre quince y veinticinco ejemplares) sostenidas por fuertes escapos florales cilíndricos. 

Los frutos capsulares son dehiscentes y con tres carpelos; contienen semillas que disemina el viento gracias a un ala membranosa que poseen; éstas germinan con facilidad y los ejemplares jóvenes bien pueden ser utilizados como plantas de interior por su aspecto estilizado, aunque teniendo cuidado con sus espinas. También se la puede multiplicar mediante división. 

Si está ubicada en el exterior hay que protegerla de las heladas. Precisa suelos sueltos y aireados, con buen drenaje, pues si se acumula agua en su base aparecerán hongos. Tolera algo de sombra pero prefiere estar a pleno sol. Hay que regarla con moderación. Resiste largos períodos de sequía. Dentro del marco de la medicina no tradicional se le reconocen propiedades emolientes y astringentes. De los tallos se sacan fuertes fibras para fabricar sogas y esteras. Las hojas más jóvenes y tiernas se consumen como ensalada.

El Anchico blanco

Conocemos vulgarmente como Anchico blanco, y por el nombre científico de Albizia niopoides, a un árbol monoico muy extendido por gran parte de Sudamérica, derivado del Albizia julibrissin originario de Asia. A su vez se divide en dos variedades, Albizia niopoides niopoides (con inflorescencias pubescentes), que es la más extendida y Albizia niopoides colombiana (con inflorescencias glabras), que como su nombre lo indica es endémica de Colombia; a ambas se las encuentra desde el nivel del mar hasta los mil trescientos metros de altitud. Pertenece a la familia Fabaceae (Leguminosae). 

Mide alrededor de treinta y cinco metros; su tronco es cilíndrico y recto, de unos ochenta centímetros de diámetro; la corteza es clara, lisa y resbaladiza, al pasar la mano por ella se desprende un polvillo blanco de aspecto similar a la harina. El nombre que le daban en lengua guaraní, que hablaban los nativos de la región, es Yvyraju; siendo “yvyra” el término empleado para árbol o madera y “ju” el sinónimo de amarillo o amarilla. Posee ramas dicotómicas, bifurcándose la principal en otras dos bastante parejas en tamaño y grosor. 

Tiene hojas bipinnadas (con de ocho a catorce pares de pinnas y cada pinna con unos cincuenta pares de folíolos) que se disponen de manera alterna en las ramas; la cara superior de los folíolos es verde brillante y la inferior más clara y pubescente. Da flores pequeñas y amarillentas muy atractivas para las abejas. Los frutos son legumbres planas de color castaño claro y alrededor de diez centímetros de largo; las semillas, entre cinco y diez, pueden ser redondas, ovales o arriñonadas; conservan su poder germinativo por un año. 

Este bello árbol es empleado como ornamento en los jardines, sus hojas (como las de la mayoría de las leguminosas) brindan buen forraje para el ganado, su madera aunque es blanda se usa para confeccionar cajones y sirve tanto para hacer pasta de papel como para leña, aunque tiene un fuerte aroma que puede impregnar la comida que cocinemos con ella. Es una especie ideal para reforestar zonas que fueron dañadas. Necesita ubicaciones con sol pleno y suelos profundos con buen drenaje.

La Aulaga

Damos los nombres comunes de Aulaga, o Brezo de verano, a una planta siempreverde de porte arbustivo, originaria de Europa, que ronda el medio metro de alto. Recibe el nombre científico de Calluna vulgaris, antes Erica vulgaris (pero se diferencian una de otra por su corola y su cáliz, puesto que Calluna tiene cuatro pétalos y cuatro sépalos en lugar de cinco); forma parte de la familia Ericaceae. Se la emplea como ornamento en los jardines. 

La sostiene una gruesa y fuerte raíz principal con numerosas raicillas secundarias; las ramas son erguidas y de tono marrón-rojizo. Su abundante follaje lo conforman hojas verdes muy pequeñas dispuestas en pares opuestos (las de Erica vulgaris son más grandes y se disponen en verticilos). En verano da hermosas flores rosadas reunidas en inflorescencias terminales de tipo racimo que atraen mucho a las abejas y la miel que producen con ese néctar es muy apreciada. 

A diferencia de Erica, que florece en invierno o primavera, Calluna a veces presenta flores dobles con ocho pétalos ovales. Están sostenidas por finos pedicelos. Los frutos son capsulares y cuentan con cuatro lóculos que contienen una gran cantidad de semillas diminutas. 

Dentro del marco de la medicina no tradicional se la considera un depurativo natural (liberadora de toxinas) y se le confieren propiedades diuréticas (elimina cálculos renales), antiinflamatorias, astringentes, antisépticas y sedantes (para controlar los nervios y la ansiedad). Se dice, también, que bebiendo una tisana diaria se combate la anemia, puesto que ayuda a absorber el hierro. 

No exige muchos cuidados; sólo precisa ubicaciones a pleno sol y poco riego, dado que el exceso de humedad en sus raíces hace que los hongos la ataquen, por ello el suelo donde esté deberá contar con muy buen drenaje; es ideal para conformar rocallas. Podemos propagarla mediante semillas y esquejes; fuera de su hábitat natural suele tornarse invasiva.

El Cocotero

Se conoce como Cocotero, y por la denominación científica de Cocos nucifera, a una palmera monoica miembro de la familia Arecaceae. Mide más de veinte metros y su característica más sobresaliente es el fruto que produce, el cual recibe el nombre de Coco. Se la considera originaria de las islas del Océano Pacífico, pero está ya distribuida por todas las playas marítimas comprendidas entre el Ecuador y los Trópicos.

Vive de 50 a 90 años; comienza a florecer recién a los ocho, aunque hay especies enanas que viven la mitad de ese tiempo y florecen a los cuatro años. La producción media anual es de unos 100 a 150 frutos por planta. 

El tronco, de medio metro de circunferencia, tiene tendencia a inclinarse. Hacia el ápice se va angostando y allí nacen las hojas, en la yema terminal; éstas son grandes, de color amarillo verdoso, pinnadas (con folíolos de aspecto coriáceo de unos 50 centímetros o más) y alcanzan generalmente los tres metros de longitud, pudiendo emitir por año una docena o docena y media de ellas, se las utiliza trenzadas para la confección de cestas y sombreros. 

Las flores femeninas y las masculinas se reúnen en la misma inflorescencia paniculada axilar, una bráctea que recibe el nombre de espata las protege. La polinización puede ser efectuada por los insectos o por el viento. Las flores masculinas en los cocoteros de gran porte se abren antes que las femeninas, pero en los cocoteros enanos la apertura es simultánea y así tienen mayor posibilidad de autofecundación. 

Los frutos son drupas ovoidales de cerca de 30 centímetros de largo y un peso de alrededor 2 kilogramos. Están recubiertos de fibras y tardan más de un año en madurar. Su pulpa blanca fresca es comestible; ya seca y rallada se la emplea en repostería.

El coco es una semilla muy resistente y cuando cae al mar es transportada a lejanos lugares en los que termina germinando. Requiere de lugares con mucho sol (no tolera sombra ni semisombra), alta temperatura, elevada humedad ambiente (más de 60%) y suelos de preferencia arenosos y con napas de agua superficiales (aunque sean salinas). 

Admite fertilizantes fosforados; necesita además nitrógeno, potasio, calcio y cloro; pueden ser aplicados dos veces al año, antes de la época lluviosa y al finalizar la misma. Para reproducirlo se entierran los cocos frescos, sin quitarles la cáscara, en un lugar con humedad constante y en dos o tres meses brotan. 

Sus raíces son fasciculadas, las primarias se encargan de fijar la planta al suelo y absorben agua y las terciarias, derivadas de las secundarias, son las que extraen las nutrientes del entorno. Su madera se emplea en la construcción; la savia puede consumirse fresca o dejándola fermentar para que se transforme en “vino de coco”.

De la pulpa seca (que recibe el nombre de “copra”), la cual contiene un elevado porcentaje de lípidos, se obtiene un aceite con el que se elaboran margarina y jabón (es la especie más importante en cuanto a producción de grasas vegetales). Con las fibras que rodean al fruto se confeccionan cuerdas y haciéndole una incisión o abriéndolo al medio puede beberse el agua de coco que conserva en su interior, aproximadamente un cuarto litro de néctar. El coco aporta a nuestra dieta hidratos de carbono, calorías, grasas, fibra, magnesio, potasio, ácido fólico y vitaminas C y E.

La Mandioca

Damos el nombre común de Mandioca, y el nombre científico de Manihot esculenta, a un arbusto perenne que puede alcanzar hasta dos metros de alto, perteneciente a la familia Euphorbiaceae, originario de las Américas Central y del Sur. Es un cultivo milenario. 

Se cultiva como anual para aprovechar sus raíces, las que contienen gran cantidad de almidón con efectos benéficos para el consumo humano, si se las deja más tiempo se endurecen demasiado y ya no sirven para tal fin. 

Es una especie rústica y no necesita de muchos cuidados. Le agradan las ubicaciones a pleno sol y con bastante humedad, aunque no resiste el encharcamiento del terreno. Al extraerlo, en la época de cosecha, se obtienen también esquejes para propagarlo, dado que mediante semillas no se consiguen los mismos resultados. Crece muy poco durante los primeros meses por lo que hay desmalezar bien a su alrededor para evitar que las malas hierbas lo agoten. 

Tiene grandes hojas verdes que cuentan con entre tres y siete lóbulos y se ubican en la parte superior de los tallos, en apariencia son similares a las del ricino. Las flores, agrupadas en racimos axilares, son pequeñas e inconspícuas, su color fluctúa de blanco-verdoso a violeta. Los frutos son cápsulas triloculares redondeadas (dehiscentes al madurar), con una semilla (oval, de color marrón claro y moteada de negro) por lóculo. 

Sus raíces tuberosas comestibles son alargadas y de forma oblonga; las recubre una piel de consistencia leñosa que hay que quitarles; la pulpa es firme y consistente y su color varía de blancuzco a amarillento. Se las puede consumir tanto hervidas como fritas (de manera similar a las patatas), o bien transformadas en “almidón de mandioca”, “tapioca”, “harina de yuca” o “casabe” para preparar tortas (o bollos como el chipá) similares al pan que se fabrica con el trigo o a las arepas de maíz y que cumplen la misma función, la de acompañar las comidas principales. 

La cocción no sólo es necesaria para ablandar sus fibras que son muy duras sino que quita además los compuestos cianogénicos que puede tener la planta, eliminando así cualquier peligro de toxicidad. Hay variedades dulces y amargas, éstas últimas son más peligrosas. Su ingesta aporta a nuestra dieta carbohidratos, azúcar, fibra, proteínas, vitaminas A, B y C, varios minerales (incluido el zinc que es tan importante para el crecimiento de los niños) y agua.

El Agave mechudo

Conocemos como Agave mechudo a una especie perenne, cespitosa y rupícola (que se cría entre las rocas) de maguey, endémico de la Sierra Madre Oriental de México (entre los mil y los mil quinientos metros de altitud), que posee la característica de tener un mechón anular de pelos blancos en la parte superior de las hojas, rodeando la oscura y robusta espina del ápice. Su nombre científico es Agave albopilosa y pertenece a la familia Agavaceae. 

No quedan muchos ejemplares por lo que se la considera amenazada, aunque no aún en peligro de extinción. Su raíz leñosa mide hasta veinte centímetros de largo y se aferra a las rocas. Posee más de cien hojas, fuertes, glabras, verdes, suculentas y con los márgenes serrados, curvadas ligeramente hacia el centro de la planta, formando una roseta casi simétrica. 

Da pequeñas flores acampanadas, verdosas con tintes purpúreos, de no más de dos centímetros de largo, reunidas en densas inflorescencias terminales de tipo espiga, sostenidas por un grueso pedúnculo bracteado que mide de treinta a cincuenta centímetros. Las componen un ovario inferior oblongo, seis pétalos parcialmente soldados y algo incurvados, seis estambres con filamentos planos y anteras amarillas, y un estilo cilíndrico que muestra un estigma trilobulado. 

Los frutos capsulares miden alrededor de un centímetro y cuentan con estrías transversales. Las semillas son planas, oscuras, lisas y semicirculares. Por su morfología es similar al Agave stricta y al Agave rzedowskiana, aunque difiere en el tamaño de las flores y la cantidad de pubescencia principalmente.

El Palo Retinto

Recibe varios nombres comunes: “Palo retinto”, “Palo mulato”, o “Chaká”, y el nombre científico de Bursera simaruba, un árbol resinoso caducifolio originario de las zonas tropicales de América, que forma parte de la familia Burseraceae. Mide veinticinco metros de alto con un ancho variable de tronco entre veinte centímetros y un metro. Su copa es muy irregular. Por sus características xerófitas puede adaptarse a climas semiáridos. Prefiere ubicaciones con sol pleno aunque tolera algo de sombra. 

Su madera es fácil de trabajar. La corteza exterior es lisa, de un tono cobrizo oscuro cuando llega al estado adulto, de allí deriva su nombre popular; la corteza interior es verde y contiene cloroplastos que colaboran en el proceso de fotosíntesis durante la estación seca del año; con el líquido de decocción de ambas se hacen baños de inmersión para aliviar afecciones de la piel; ingerida como té baja la fiebre, combate la anemia y ayuda al buen funcionamiento renal. 

Es de crecimiento lento, pero enraíza en poco tiempo al poner una estaca en tierra; se usan por este motivo para la reproducción las ramillas obtenidas luego de la poda anual (hasta se pueden hacer cercos perimetrales con ellas); las ramas gruesas se guardan para leña. Es muy resistente, se adapta tanto a suelos calcáreos como salinos y soporta hasta vientos huracanados, también heladas leves. 

La resina aromática que exuda puede ser quemada (estando seca) en reemplazo del incienso durante las ceremonias religiosas y en estado fresco se la aplica dando masajes sobre zonas con golpes o torceduras para calmar el dolor y reducir la inflamación; es adhesiva y también un buen repelente de insectos.

Posee grandes hojas de color verde oscuro, con bordes enteros, que se insertan de manera espiralada a lo largo de las ramas, están compuestas por una cantidad impar de folíolos, éstos son anchos y ovales; en los extractos que contienen se hallaron compuestos desinflamatorios y antifúngicos. 

Puede ser tanto dioico como monoico; las flores son muy pequeñas y se agrupan en inflorescencias de tipo racimo; las panículas femeninas son de menor longitud y las flores tienen sólo tres pétalos; la polinización es entomófila, la efectúan diversos insectos, principalmente abejas de la especie Apies mellifera. 

El fruto es una  drupa dehiscente de un centímetro de diámetro; roja al principio y cambia con el tiempo hasta verse púrpura; contiene una sola semilla. Las semillas se dejan secar tres días al sol y luego se guardan a temperatura ambiente, se mantienen viables un año, pero su poder germinativo de casi un 90 % cuando frescas disminuye a la mitad; las propagan naturalmente pequeños roedores, monos y aves que ingieren la fruta. Hay que esperar cuatro meses, tras la germinación, para trasplantarlas al lugar definitivo.